domingo, mayo 17, 2009

Oprah Winfrey y el secreto de mi vejez



Estaba a punto de comprar un purificador de agua que cuela hasta los malos pensamientos, pensé que era buena idea pues yo tengo mi pozo y no purifico ni agrego cloro al agua. Pero cuando ví esta nota y la mención de la famosa presentadora Oprah Winfrey me eché para atrás con la idea de sacarle el calcio y demás minerales a mi agüita, cómo voy a perder mi inmortalidad por un colador de 200 dólares? Será por esta agüita que me siento como un güila?

Julita Bonilla viajaba a pie de Sardinal a Liberia, son cerca de 30 kilómetros, los hacía varias veces al mes. Hoy la gente joven no me cree su historia. No los culpo. Si yo no la hubiera visto bajo el sol de mediodía con su vestidito azul despintado tampoco lo creería. Ella tenía su pozo en el patio, tomaba agua de tinaja hasta el día que Tatachú se la llevó a caminar al cielo. Julita Bonilla no aceptaba aventones a menos que fuera alguien de su entera confianza, y lo aceptaba por cortesía, pero no por necesidad.

Simón Torrentes se levantaba desde las cuatro de la mañana a hacer rondas, atilintar cercas o buscar leña, a esa hora ya Doña Tele le tenía su pinto con cuajada y café caliente, ella se levantaba primero a atizar el fogón. La mudada de dril engomado con que don Simón viajaba a Liberia era tan reconocida como sus brillantes pies descalzos. Jamás usó zapatos, pero yo nunca ví unos pies tan dignos de pisar estas tierras. Don Simón y Doña Tele tenían su pozo en el patio en el Bulevar del Coco.

Dora Bustos hasta hace unos pocos años se fajaba en su horno de barro y cuitas de caballo con las tanelas, tamal de elote y rosquillas, todo con maíz nisquezado desde madrugadas incontables. Hoy conserva la salud de un espavel del Tempisque, y sigue tomando agua de su pozo en San Blas.

Doña Balbina murió de vieja a los 97 años. Vivió frente a la playa dando de comer a turistas liberianos mucho antes que un desgraciado escribiera Amor de Temporada. Ella tenía su pozo a 300 metros donde no llegaba el agua salada.

Don Virgilio, Doña Concha, María Galana, Doña Rosa, Chú Guillén,….
Ninguno de ellos conoció hospital ni padecimientos antiguos o modernos, todos tenían sus pozos, su agua bendita, su parcela azul, su escalera al cielo.
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