martes, marzo 18, 2008

Los Duendes y el Cristo

Recuerdo las Semanas Santas cuando subirse a un palo de jocotes le salía un rabo de congo, que si iba al monte a buscar pericos o con las flechas a cazar palomonas los duendes se lo llevaban. Los duendes de Semana Santa eran tan reales que hasta los veíamos cómo se escondían detrás de los palos y pintábamos carrera para las casas a contar cómo fue aquel encuentro con esos seres, cómo estaban vestidos, cómo eran sus cuerpos chiquitillos y con caras de patéticos indigentes. Andaban con sacos para echar los güilas que se robaban y huían al monte.
También recuerdo cuando todos en el pueblo poníamos a "oriar" pescado con sal a los cuatro vientos, grandes jureles fileteados con todo y cabeza al sol, al viento y a las moscas. El arroz de pescado era la comida básica de esos días. Aún siento ese olorcillo del pescado seco, olor a mar y a sudor. Pero cómo extraño a los duendes, para dónde se fueron?
Los pescadores respetaban la Semana Santa, le llamaban la Semana de la Busca. Nadie pescaba un Jueves y Viernes Santo, no es que se la pasaban rezando, pero al menos no hacían labores de pesca ni se comía carne roja. Eran los días de Esquipulas, de la chicha y los rezos, las rosquillas y las tanelas. Cada noche el Cristo Negro visitaba una casa diferente, y en cada casa el menú para los rezadores era muy parecido, pero sabía riquísimo. Los mejores rezos eran donde Doña Tele y Don Simón, donde Crucita y donde Doña María Cristina. Ellos no escatimaban para matar un chancho y envolver buenos tamales, había chicha y chicheme para los más rudos y horchata para los carajillos.
Guindarse una cinta bendecida de Esquipulas en el pecho nos salvaba de ser secuestrado por esos duendes transnacionales. Esas pequeñas cintas de colores hacían milagros, y los milagros se compraban a un colón. Los dólares no servían para comprar cintas, esos no compraban milagros.
No sé si esos duendes eran socios de Esquipulas, lo más seguro es que tenían un convenio o compartían algún fideicomiso porque después de esas fechas los duendes se perdían hasta el siguiente año.
Un día se fueron para el monte y nunca más regresaron, se llevaron los pescados secos, las tanelas, la chicha, el chicheme y hasta al mismo Cristo de Esquipulas. Se fueron a los cerros con sus sacos llenos.
Será entonces que las maquinarias despedazan nuestros cerros para librarnos de los duendes?