miércoles, mayo 02, 2007

Broncearse chinga.

"Usted que es de Guanacaste, dígame una cosa ¿en cuál playa puede una irse tranquilamente a broncear desnuda?, pero que esté cerca de El Coco, es que yo lo que tengo es un "Hyundai Tiburón". Me lo pregunta ella con esa cara de desafío que ponen a veces las mujeres muy involucradas en su rol de princesas que deben ser rescatadas y , mucho me temo, sin el más mínimo indicio de querer invitarme a su pensada excursión. "Es que usted sabe, como una es bailarina de tarima necesita estar siempre muy bien bronceada. Y aprovechando que ahora es la temporada baja de eventos me gustaría darme una vuelta por allá". Claro, por supuesto, le respondo sacando pecho y sin poder imaginarme a una de esas vaqueritas cerveceras como ella misma con las piernas pálidas o, peor aún, con el ombligo pálido, y me pongo a pensar en cuál lugar recomendarle. Pienso en el Coco y sus alrededores, pero esa zona – que todos los treinta y unos recibía mi vomitada de año nuevo con tanto cariño, como cariño le llegué a tener a esos higuerones un poquito abonados con mi bolo alimenticio desinfectado por el escocés y mejorado en sus propiedades fertilizantes por el agua de tubo del acueducto rural- ha cambiado mucho y no estoy ahora tan familiarizado. Para responder rápido a la pregunta empiezo a ver para arriba, dejo de ver para los abajos de sus hombros, ésas siempre han sido grandes distractoras, ya lo dijo el carajo que inventó aquello de que jalan más que una carreta y que una tanqueta. Para ganar tiempo se me ocurre contarle algunas de mis historias de guerra en la zona (evitaría contarle lo de las enranchadas o lo de los pleitos con el guardia rural del Coco, aquel señor mayor, delgado y moreno que pasaba todo el fin de año bien bolo en la puerta de entrada de cacamar, perdón en la discoteca aquella), pero no creo que a fines de la gloriosa década de los ochentas ella tuviera más de dos años, si acaso; así que decido que es mejor guardar las apariencias, no vaya a ser que crea que estoy un poco viejo. Hago un repaso mental de mi mapa de la zona: en el propio el Coco ni hablar (había una amiga de chepe, Jenny, que se bronceaba los limoncitos en uno de los extremos, pero, de nuevo eso fue en los ochentas y ella siempre jugó de profeta adelantada, hasta que se le adelantaron con una panza), de Ocotal, supongo que ahora es lo mismo, a la playita de Daniel Oduber me habían dicho que no se podía llegar por tierra, de Playa Hermosa o del bosque de tamarindos de Playa Panamá mejor ni hablarle, la última vez que fui a la playa que está cerca de Las Trancas y a la otra que está después de Artola (se me olvidan sus nombres) parecían el campamento de refugiados de Albaperal de la cantidad de gente lavando las ollas en el mar y parando penales en el cerco. En la zona hay muchas posibilidades, -opto por responderle como lo haría un mal médico para no darme el color-, dejáme que lo consulte con un baquiano especialista de la zona y te aviso, le dije volviendo otra vez a vérselas ya con más descaro y con los ojos más pelados.

Y es por eso Surfitus que recurro a vos para que le ayudemos a esta buena muchacha a cumplir con uno de los requisitos que le piden en su sacrificado trabajo, es que esto del trabajo ya se sabe que lo hizo Dios como castigo. Qué hago? A DÓNDE LA LLEVO?
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Colaboración del blog La Bitácora del Faro Tuerto.
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